
C.D. Mirandés 1-1 R.C.Deportivo de La Coruña
Tablas en el marcador que dejan la eliminatoria abierta para Riazor
Tarde de Reyes en Miranda de Ebro, tarde también de Copa en el único campo de toda la Segunda División del fútbol español. Ese era Anduva.
El R.C. Deportivo de La Coruña arrancaba el partido con personalidad tratando de robar la posesión del esférico al conjunto local. Y por instantes lo conseguía, más bien por unos primeros minutos de arranque dubitativo de los de Carlos Terrazas que poco a poco fueron diluyéndose. El campo se hacía más ancho con las apariciones de Sangalli por derecha y Álex García por izquierda y la pelota empezaba a rodar en los pies de los jugadores de rojo. Los gallegos corrían detrás de la pelota y era ahí donde verdaderamente sufrían y trataban de ocultar con faltas para cortar el juego. Mala decisión, con un equipo tan potente a balón parado como ha demostrado este C.D. Mirandés a lo largo de toda la temporada. Y volvería a hacerlo, precisamente en el minuto 25 de este Mirandés – Dépor de octavos de Copa del Rey. Ahí estaba el de siempre, Álex Ortiz, con la caña preparada en el segundo palo y tras una falta lateral que no encontró rematador, la segunda jugada sí le iba a encontrar a él que con la derecha enviaría el balón al fondo de las mallas. Alegría máxima en las gradas de un Anduva ruidoso e incansable como siempre, que arropaba a su equipo en el sueño de la competición copera. El gol sirvió si acaso de revulsivo para los locales, que con el rival aún grogui no cesaban en su intento de ampliar diferencias. También hubo sendos sustos en las botas de Oriol Riera y Juan Domínguez, pero el descanso dejaría la contienda con la momentánea victoria local.
Necesidad más que juego, pero al fin y al cabo, ingrediente más que necesario para lanzarse a por la igualada. Efectivamente, el a priori favorito de la eliminatoria iba por detrás en el marcador y tenía la necesidad imperiosa de, al menos, empatar la contienda. La verticalidad fue una máxima para los de Víctor Sánchez del Amo desde el pitido inicial de este segundo tiempo, y fruto de ella llegaban las primeras ocasiones para los deportivistas. Sin embargo, ahí estaba el goleador, más acostumbrado eso sí a las labores defensivas que a lo que ver puerta se refiere –con permiso de esos cinco goles ya logrados-, para taponar cualquier disparo y llegar preciso al corte. Pese al esfuerzo de todos, poco o nada se pudo hacer ante el salto de un gigante como Lopo, que se elevaba en el 74 de juego como un resorte a la salida de un córner botada desde la derecha para rematar inapelable al fondo de la portería defendida por Raúl. Ahora sí, con quince minutos por delante, el marcador quedaba en tablas. A partir de entonces los visitantes fueron mejores, sobre todo tras el gol con esa inercia que siempre provoca el ver portería. Aún así, Sangalli tuvo la mejor de los rojillos en esta segunda mitad tras una cabalgada por la derecha que acabaría con un disparo flojo del extremo donostiarra fruto, muy probablemente, del cansancio acumulado de la propia carrera. Raúl aparecería en escena para salvaguardar el casillero de los suyos en el 87. También se aliaría con los palos en el 90, cuando el disparo de Oriol se estrellaba en la madera. Y sin tiempo para más, la eliminatoria quedaba abierta para el próximo martes en la vuelta de los octavos de final de Copa en Riazor.